Los psicólogos y demás corrientes humanistas, citan la sensibilidad como aquella capacidad de sentir empatía, compasión o afectividad humana por lo que ocurre, ·o deja de ocurrir alrededor; ·todo lo opuesto a la indiferencia.
El hombre antes de jactarse de ser profesor, abogado, barrendero, gerente, cheff, filósofo… y demás disciplinas, oficios o profesiones, debe ser “Persona”, perdería todo el sentido, mantener solo el contacto con el vestido, diploma o título, cuando la humanidad o sensibilidad, puede hacernos grandes en medio de la nobleza y la humildad.
Humildad, como escuché hace algunas semanas, no es sinónimo de sumisión, pobreza, docilidad; ésta es, la sencillez y moderación de nuestros actos, sin perder de vista nuestras ilusiones y ambiciones, muy diferente cuando sobrepasamos los límites y llegamos a la codicia.
Para no olvidar la esencia del ser humano, me refiero a ésta controvertida discusión de valores, que persisten a través del capitalismo y consumismo en el que todos, o la mayoría nos movemos. Hace algunos días comenzando la tarde, me dirigía a mi anterior oficina y en uno de los semáforos (de estos que están completamente conquistados por personas que viven, o intentan sobrevivir a través del rebusque o la mendicidad), observé cómo un hombre desde su silla de ruedas, se acercaba a mi vehículo para ofrecerme sus productos -confitería y demás comestibles-, al bajar el vidrio y expresarle que no tenía interés en comprar algo, éste hombre exclamó y me dijo: el mejor pago que he recibido el día de hoy, ha sido ese – Cual? Respondí, y dijo: simplemente ese, una mirada, una sonrisa, una respuesta amigable; muchas personas desde sus vehículos (con aire acondicionado), no tienen una mirada o un gesto de amabilidad; afuera no existimos, a eso me refiero…
No importa la condición o posición que podamos ostentar en éste momento, no podemos olvidar que algunos encontramos o gozamos de más y mejores oportunidades, pero esto no nos hace diferentes y tampoco nos aparta del sistema, seguimos habitando la tierra; de alguna manera tenemos la responsabilidad, si está a nuestro alcance y tenemos la vocación de hacerlo, de mejorar la calidad de vida o brindar oportunidades a quienes realmente las buscan… Nunca he estado de acuerdo con las practicas del dinero fácil o los atajos del éxito, y por supuesto, soy un convencido de que el mundo es de los intrépidos y de las personas que hacen mérito para triunfar o mejorar su modus vivendi.
En las organizaciones, el ambiente o clima laboral, es un reflejo del estilo gerencial definido por la alta dirección o por los jefes, fundamentado en el respeto por sus colaboradores, en la equidad y transparencia en el manejo de las relaciones laborales. Muchas veces podemos ser los más respetuosos, pero los más desequilibrados a la hora de propiciar las relaciones con nuestros compañeros o personas a cargo, éste tráfico de influencias manejado en muchos casos con ínfulas de poder y no de autoridad, distorsiona y lesiona a las personas; de allí la importancia de ser personas antes que jefes.
Hablar hoy de sensibilidad, puede ser una invitación para que renunciemos a la indiferencia, y propendamos por una mayor calidez y cordialidad a la hora de interactuar o dialogar con los demás, pensemos con cuantas personas nos cruzamos en un día cualquiera y cómo nuestra actitud puede reflejarse de manera positiva… Los casos más comunes se dan con frecuencia en el tratamiento que le damos a las personas de vigilancia o seguridad, o a los prestadores del servicio de aseo, entre otros…
Cuando lleguemos a nuestras casas u oficinas, detengámonos por un momento, saludemos y miremos a los ojos, y desde la persona que somos, descubramos la persona que hay y que también existe al otro lado.