No es fácil, o al menos muy íntimo conocer cómo se comporta la mente de un emprendedor. Aquí trataré de hacer una descripción muy personal, seguro de compartir algunos rasgos comunes para quienes han tomado la decisión de sumergirse en el fondo de la piscina, como la analogía que alguna vez señalamos en «¿El emprendedor, nace o se hace?«.
En alguna ocasión en la universidad leí el libro «La mente del estratega» de Kenichi Ohmae, y por estos días de reflexión y también de cambio, se me ocurrió escribir sobre la mente del emprendedor; algo así, como el perfil de ese hacedor de iniciativas.
El emprendedor vive rebozado de deseos, y con cada uno de ellos en el día a día, se apasiona hasta verlos madurar o hacerlos realidad.
Hay dos comportamientos que describen muy bien la mente del emprendedor, por una parte la APTITUD y por otro lado la ACTITUD, cada uno de ellos incluye a su vez dos elementos, aterrizados ambos sobre el gráfico con el que hemos ilustrado nuestro artículo. Veamos de qué se trata:
Creatividad: En este estado la mente permanece encendida, abierta a la exploración e indagación, y siempre buscando dar respuesta a cada una de las preguntas que la vida, o cualquier experiencia va situando en su camino. La creatividad es el resultado productivo de los pensamientos, es la forma de agregar valor a todo lo que pensamos con algún propósito o fin específico. El creativo ve oportunidades en el mercado y crea innovaciones para satisfacerlas.
Acción: Este es el momento crucial, el emprendedor debe pasar de la inacción a la acción, debe pasar del pensamiento a la ejecución. Además de las buenas ideas que puede generar un emprendedor, la acción es la característica que además de diferenciarlo, lo lleva a convertir (hacer). El emprendedor no es capaz de vivir con la curiosidad de lo que pudo haber sido y no fue.
Deseo: Es una actitud de apetito por empezar a hacer realidad los sueños. Muy similar a la ganas de empezar a armar uno de esos rompecabezas de alto grado de dificultad, o el mismo afán de leer un libro que yace en la mesa de noche, y cuyo epilogo y referencias nos han cautivado.
Pasión: Apasionarnos es esa energía que nos mueve y estimula para acometer los objetivos que nos hemos propuesto; sin embargo, debemos mencionar que la pasión requiere disciplina, y precisamente Peter Drucker lo definió muy bien, al afirmar: «La motivación nos impulsa a comenzar, y el hábito nos permite continuar». De nada podrá servirnos la pasión, si no le imprimimos disciplina.
Así como a los atletas padecen el síndrome del cansancio, aún durante los primeros metros de competencia; los emprendedores podríamos inferir, también se enfrentan a sus propios miedos e incertidumbres; nada fáciles de vencer, incluso muchas veces derrotados, sin ni siquiera haber iniciado la carrera de emprender.
Emprender genera grandes temores, aunque tengamos a la vista resultados alentadores y hasta predecibles; es como el salto al vacío en la oscuridad, no podremos advertir con facilidad cuál será la profundidad que experimentáremos.
En el libro ¡COMIENCE! de Leonard Schlesinger presidente actual del Babson College, institución dedicada al fortalecimiento empresarial y al emprendimiento, se hace una clara invitación a actuar, dominar la incertidumbre e inventar el futuro, tal y como reza su carátula.
De las páginas del libro hemos abstraído el concepto Creacción (resultado de juntar la Creatividad y la Acción), el primer comportamiento que hemos expuesto en nuestra publicación y que hace parte de las habilidades del emprendedor (aptitud).
Las destrezas pueden ser innatas, pero también pueden adquirirse o fortalecerse. Hay personas cuyas iniciativas les surgen de manera extraordinaria y espontánea, otras que con alguna dificultad apenas logran concebirlas; sin embargo, la capacidad de materialización no siempre es la misma; en ocasiones quienes reproducen unas pocas ideas, son quienes logran llevarlas a la realidad; y es allí, donde la acción cobra un valor importante, para finalmente emprender.
Cuando nos referimos a la actitud, hablamos de un comportamiento atado a la personalidad del individuo, más innato que adquirido; gestar cambios a este nivel no es una tarea fácil, pues el deseo y la pasión pueden ser tan somáticos y naturales, como el mismo temperamento o carácter.
Para ir finalizando la presente entrada, y también despedir el año 2012 y darle la bienvenida al 2013 (el mundo continuó pese a las elucubraciones de los mayas), podemos señalar que la mente del emprendedor se mueve en dos direcciones, por una parte su disposición (actitud) y por el otro lado sus destrezas (aptitud).
La siguiente es una cita obtenida del libro anterior y que bien podría servirnos para despedir el año que se acaba: «No quiero despertarme dentro de veinte años y ser una de esas personas que hablan de lo que hubiera podido ser»; pero no hagamos una apuesta de tan largo aliento, hoy podríamos llevarlo, sólo a los propósitos del año que se aproxima. ¡Es hora de comenzar!.
JUAN DIEGO RESTREPO