Hablar en esta ocasión de liderazgo no significa necesariamente que el autor del presente artículo o editor del blog, sea un líder; sencillamente, ésta será una aproximación a las cualidades que debe reunir el líder, y para lo cual nos hemos dado el permiso de escribir con base en experiencias profesionales -nunca suficientes-, la observación, y la condición de integrar, o ser parte de una cultura o sociedad.
Ejercer el liderazgo no se trata simplemente de que nos sigan, esto bien podría lograrse practicando una auténtica relación con las demás personas; o imponiendo la condición de jefes, ante la responsabilidad que coloca en nuestro camino la tarea de administrar recursos o decisiones.
Leyendo últimamente «El líder auténtico» de David Irvine y Jim Reger, es evidente que el hombre llega auténtico al mundo en el instante de ser concebido y traído, para ser sometido posteriormente a innumerables pruebas a lo largo de toda su vida.
La autenticidad es la decisión de recorrer el camino que solo cada uno puede descubrir en la medida que desarrolla su alma. De alguna manera, el entorno de cada una de nuestras vidas, fija desafíos que nos hacen más o menos auténticos; sin que esto sugiera que la autenticidad obedezca a una escala, pues no podemos decir que de 1 a 10, somos 6,7 auténticos o 3,2 menos auténticos; en la práctica, se es o no auténtico.
Pero también algunos escenarios pueden influir comportamientos auténticos o inauténticos, que desafortunadamente sesgan este principio básico, e infaltable en la carrera de cualquier líder.
Ejercer el liderazgo no es un oficio o menester que se asigna, hereda o delega a alguien; liderar no significa estar rodeado de decenas de personas; liderar es vivir con un propósito de servicio mediante la presencia y nunca la posición, y con la certeza de hacer lo que nos brinda felicidad, aun en medio de sacrificios o renuncias.
Aunque el texto estudiado, relata con lujo de detalles las ocho cualidades del líder según sus autores, éstas definen mejor lo que hace auténtico a un individuo, y que insisto, hacen la esencia de su liderazgo.
Así como se describen las cualidades, se aclara que éstas no son finitas o únicas, y cada uno puede desde su propia perspectiva considerarlas o no, como un referente.
Cualidades de la autenticidad en el líder
Claridad: Así como la estrategia requiere un propósito, el líder no puede avanzar si no tiene un foco, o la capacidad de centrarse en los objetivos de su misión como líder. Claridad para el líder es mantener la conciencia sobre los hechos, y no dejar de escuchar su propia voz a pesar de las interferencias. Sin embargo, el líder puede permearse por juicios de valor, o experiencias positivas en el ejercicio de decidir la suerte o futuro de algún proceso.
Valor: Algunas tareas en la vida exigen sacrificios por parte de sus líderes, así como alguna vez lo expresó el poeta francés Jean de La Fontaine (1621 – 1695) “Ningún camino de flores conduce a la gloria”. El camino de liderar en ocasiones es solitario; la persistencia y seguridad en sí mismo, son una forma de valor.
Integridad: La siguiente historia no puede explicar mejor la integridad: En la India, en tiempos de Mahatma Gandhi, una madre afligida tenía una hija adicta al azúcar. Un día se aproximó a Gandhi para contarle su problema y preguntarle si podía hablar con la hija. Gandhi le respondió: “Tráigame a su hija en tres semanas y hablaré con ella”, así sucedió y Gandhi le habló acerca de los efectos nocivos de los dulces. Sin embargo la madre inquieta le preguntó a Gandhi: “¿Y por qué no hablaste con ella hace tres semanas”, la respuesta de Gandhi fue contundente: “Porque hace tres semanas yo todavía era adicto a los dulces”. En una palabra: ejemplo.
Servicio: La disposición de servir es una cualidad que no puede estar ausente en el líder, el líder se debe a los demás, pero sin condiciones. Muy distinto a la vocación de servicio exhibida por algunos políticos o funcionarios públicos, donde el servicio y la generosidad, solo son evidentes antes de ir a las urnas.
Alguna vez escuché: “El servicio enriquece a quien lo recibe, y engrandece a quien lo otorga”, ésta es una filosofía que no es fácil adoptar, pero para quien con autenticidad asume el reto de liderar, el servicio y la entrega deben ser dos de sus más importantes banderas.
Confianza: Solo mediante la autenticidad el hombre puede ganarse la confianza, ésta es como el puente que trazamos o conectamos entre las almas de dos personas. Los autores del libro citan: “La confianza es la base del liderazgo. Las relaciones son más una función de confianza que el resultado de una técnica”. La confianza no obedece a cálculos, es instintiva; de alguna manera es como el amor, reiteran Irvine y Reger, es ofrecido con total libertad.
Humildad: Hablar de la modestia, es tan fácil como escribir o digitar algunas palabras para tratar de explicarla, pero es tan diferente actuar y vivir la realidad, que es allí donde las más grandes brechas nos separan de la auténtica humildad.
Del libro citamos textualmente la mejor definición: “La humildad en los lideres es manifestar una modestia convincente, un deseo de no hablar de ellos mismos, de no llamar la atención hacía sí mismos y un terminante deseo de dar a otras personas el crédito de sus logros”. El líder humilde no le teme al brillo y crecimiento de sus colaboradores, por el contrario, le complace que ello ocurra.
Compasión: Similar a la pasión, pero tal vez, más cerca del amor que sentimos por todo lo que puede correlacionarse con nuestro entorno inmediato. En la salud tenemos múltiples ejemplos, es el caso del médico o la enfermera quienes más allá de la atención o procedimiento del momento, generan un auténtico interés por ese ser, por ese individuo tan sensible y equivalente a su propia humanidad. Sucede cuando de estos profesionales, recibimos una llamada lejos de cualquier protocolo para conocer como avanza nuestra convalecencia o tratamiento. En otras palabras, es compasión, dejar de hacer lo ordinario para hacer lo extraordinario.
Sensibilidad: Esta es la virtud que nos permite ser tan humanos como quien está al otro lado o frente a nosotros. Aquí existe una delgada línea que no debe cruzarse al igual que en las anteriores cualidades; la sensibilidad no puede convertirse en una herramienta o palanca para el liderazgo, esto sería como apelar a argucias o a comportamientos inauténticos.
La lección final, pero sin duda la más trascendental, tiene que ver con el valor de la autenticidad. Jamás seremos admirados como líderes, si nuestro comportamiento y carácter es amañado, o tan maleable como una simple barra de aluminio.
Alguna vez el escritor irlandés Oscar Wilde señaló: “La sinceridad fingida puede durar solo un tiempo, puesto que la apariencia superficial pronto se desgasta”.
JUAN DIEGO RESTREPO