Las organizaciones que al interior ponderan la comunicación horizontal y vertical, cualquiera que sea la dirección, tienen una mayor posibilidad de agregar valor a sus productos o servicios.
En otra publicación titulada Mejor observar que preguntar, destacábamos la necesidad de abstenernos de cuestionar, o inducir respuestas como sucede con la mayoría de las encuestas «profesionales», con las que nos abordan presencialmente, por correo electrónico, o mediante el teléfono; hoy, nos referimos al campo contrario, hablamos de construir diálogos espontáneos, pero sin protocolos, ni estructuras.
Así como lo escribimos en Marketing e Innovación, los cambios y mejoras más representativos, vienen del contacto cercano y natural, que se elabora con el mercado durante las experiencias de uso o consumo; ahora sin omitir la comunicación hacia los clientes, queremos resaltar el valor de comunicarnos, pero esta vez adentro.
Un proceso o hábito puede sufrir cambios positivos, si además de pausas activas que sirven para prevenir el estrés y los desórdenes musculares, realizamos pausas para el diálogo amistoso; esto es, apartarnos de la comunicación típica, para auscultar otros puntos de vista respecto de los procesos propios o ajenos. Muchas veces estas respuestas o impresiones, revelan soluciones, o dilucidan los “cuellos de botella”, que la alta gerencia no logra resolver, en sus propios comités ejecutivos.
Dialogar innova, pero entendido el diálogo como un ejercicio concebido desde una perspectiva distinta, no se trata de decir: «el gerente toma un capuchino o desayuno todos los meses para escuchar a sus equipos», se trata de renunciar a los guiones, para volver a las conversaciones amigables y constructivas de pasillo.
Cuando la gerencia además de “puertas abiertas”, se reconoce por su cercanía y presencia, la práctica del diálogo es tan natural, como productiva. Los invitamos a leer: Gerentes por las nubes.
Si entendemos la innovación, como el proceso de cambio creativo que genera un beneficio económico u optimización de recursos; creemos que en las organizaciones las renovaciones o novedades, no son sólo exclusivas de la genialidad de un individuo, sino también producto de la interacción.
Cuando una empresa cree que su staff es el único responsable de los hallazgos creativos y demás innovación, posiblemente está omitiendo el diálogo a otros niveles, éste último, el más claro insumo para innovar. No vayamos lejos por las respuestas, ni pensemos que es el círculo ejecutivo inmediato el que tiene la solución; la recepcionista o el analista de costos, puede tener las ideas que catapultan finalmente la innovación.
Lamentablemente, la gran mayoría de las empresas cree que la innovación, es fruto sólo de una sesión dirigida por un experto en creatividad, pensamiento lateral u otras disciplinas; estos ejercicios necesariamente deben realizarse, pero no pueden ser reducidos únicamente a un encuentro; la innovación puede estar en el rincón de un archivo, o justo en la máquina que nuestro colaborador lleva operando por años.
Dialogar o conversar per se, aunque para efectos de la cotidiana comunicación parezca una tarea tan elemental, realmente no lo es; dialogar debe ser la búsqueda de una idea mejor o superior, donde ninguna de las partes intente convencer o adoctrinar. Para mayor comprensión, el origen griego de “dia-logos”, se refiere al encuentro con un propósito de dos pensamientos.
Las preguntas son la fuerza que impulsa el pensamiento, de allí que dialogar no sea tan simple, las conversaciones deben suscitar el intercambio de preguntas cruciales y menos básicas o periferales (entiéndase sin profundidad), precisamente tratando de desencadenar nuevas preguntas y al mismo tiempo respuestas.
Las preguntas disruptivas por ejemplo, propician respuestas diferentes, a las obtenidas mediante las predecibles preguntas que poco valor agregan.
¿Recuerdan cómo en los salones de clase, hacíamos fuerza para que los profesores no dirigieran así nosotros sus preguntas?, ese comportamiento sencillamente respondía a la necesidad, o mejor al hábito de protegernos y reducir el esfuerzo de discernimiento. Por esta razón, la práctica del dialogo y del intercambio de criterios y conocimientos, pueden traerle a las empresas enormes beneficios.
Conversar debe llevarnos a interactuar a cualquier nivel, pero buscando la argumentación por encima de la definición. Las definiciones encajan muy bien sobre los moldes o esquemas preestablecidos, el argumento en cambio, algunas veces no calza, y es éste precisamente el que cultiva la innovación.
El dialogo es entonces un arte, y la alta gerencia aunque como lo expresamos en el párrafo inicial debe incentivarlo desde cualquier dirección, debe también hacer grandes esfuerzos para que el equipo directivo estimule las conversaciones, pero de arriba hacia abajo, de otro modo, de la base serán pocas las iniciativas.
Un mensaje final, la gerencia debe allanar el terreno del dialogo, pero con humildad, lejos de advertir o presumir sobre su conocimiento, y permaneciendo distante de las respuestas, para un mejor e innovador resultado.
JUAN DIEGO RESTREPO