En el ámbito de los individuos, el «reconocer» una falta o error es considerada una derrota, por esta razón las personas somos dadas a negar cualquier desacierto, para evitar quedar en evidencia o revelar alguna de nuestras debilidades.
Pero las empresas o algunas de éstas, que también son conducidas por el talento y seres humanos, no son la excepción, y también quieren ocultar información aún a costa de la misma reputación de las organizaciones, con el agravante del perjuicio y deterioro de la imagen, que tiene altos costos al intentarse recomponer su buen nombre.
La negación es una conducta cuyo arraigo puede tener origen en la formación que hemos tenido desde la misma niñez, sin embargo la educación en el hogar y por supuesto la escolarización, son factores determinantes en el carácter del individuo que ahora actúa inmerso como parte de la sociedad.
Por ejemplo, las empresas que tienen una política y cultura clara de servicio, no deben tener el menor reparo en reconocer la entrega extemporánea de un producto, comunicar un desabastecimiento repentino, o una falla en la facturación, entre otras novedades que ponen a prueba su capacidad de respuesta, frente a las adversidades del discurrir diario de cualquier operación o actividad.
Las empresas deben promover la práctica de aceptar los errores tanto voluntarios como involuntarios, los primeros obedecen al desconocimiento o a la intención de su mismo ejecutor, a diferencia de los segundos que responden a las fallas que como seres imperfectos podemos tener.
Con frecuencia en las lides laborales, constato que algunos colaboradores con ingenuidad intentan ocultar errores que son absolutamente naturales, estoy seguro que esto se debe al temor que tal vez con anterioridad se ha emplazado como parte de un guión aprendido, estas personas no saben el daño que pueden hacerse a sí mismas, ante el resquebrajamiento de su credibilidad y reputación, perdiendo la oportunidad de presentarse con sinceridad frente a cualquier episodio imprevisto, que sin lugar a dudas hubiera podido superarse.
La gran mayoría de estos comportamientos son alimentados por los mismos jefes, que en el afán de no mostrar una debilidad antes sus clientes o proveedores, mienten; éste es el peor ejemplo que podemos entregar, por más “piadoso” o “justificado” que pueda ser o parecer el engaño.
Pero Ustedes se preguntarán: ¿Qué importancia podrá tener reconocer una falta en el escenario de los negocios? –Toda. Desafortunadamente los antivalores son cultivados a lo largo y ancho de nuestras organizaciones y ya hacen parte de la misma cultura.
En consecuencia, la práctica de los negocios debe desarrollarse en medio de los principios y valores de honestidad y como se escucha coloquialmente en el medio: “es mejor colorado un día, que no una semana descolorido”.
A todos nos ha sucedido o hemos sido sorprendidos ante la valentía de un proveedor o contacto, que responde con honestidad: “Lo sentimos, tuvimos un impase pero estamos trabajando en la solución de la falla”… ¿Para qué escuchar excusas que más adelante se van a revelar como una burda mentira?.
De igual manera, se percibe un alto nivel de madurez cuando alguien demuestra de manera transparente y auténtica, que ha incurrido en el error y que no escatimará en repararlo.
Así como le hemos señalado en el título del presente artículo: “Reconocer un error, no es una debilidad” ilustrado desde la individualidad, también es relevante mencionar que algunas actuaciones colectivas, parecen ambientarse en medio de la complicidad cuando se intenta identificar el origen de una falta, adolecemos de valentía cuando somos objeto de miradas, y esto también debe desaparecer y desprenderse del inconsciente colectivo.
Recapitulando y para finalizar, el valor de reconocer fortalece la cultura tanto de individuos, como de sus colectivos y las organizaciones insertas en la sociedad.
¿Qué opinión tienes acerca del valor de reconocer?
JUAN DIEGO RESTREPO